lunes, 6 de julio de 2009

Unos de los poemas premiados en Colombia.


I

una luz violeta envuelve
d o s s e n o s e n e l m a l e c ó n
y el claxon de los autos
se desangra por ella

cuánto rimel
debajo de sus ojos luminosos
se nota cuando gira el cuello como un cisne

l a f a l d a l o s z a p a t o s
l a s m e d i a s l a m e l e n a
el semáforo como una pantera
ordenando los autos amarillos

ella está tatuada en las esquinas
con su boca pintada
espoleada con el polvo de las estrellas
en las dos caras genuflexas

esta es la misma calle
l a m i s m a h o r a
el mismo cuello de c i s n e que gira
los mismos dos senos del malecón
fosforescencia e n s u s o j o s
fosforescencia e n s u s m e d i a s

la noche la maquilla
e l p e r f i l d e s u s c o s t u r a s
y yo la he escrito en mi diccionario
como una lengua muerta

doy un parpadeo
y e l l a e s u n p u n t o
es un adiós y un presente
cuando cruza la pierna
y
cuando deja en el borde de la copa
s u e s p u e l a


hoy es muy tarde para verla
y no sé
en qué calle estará pintada nuevamente
en qué burbuja estará encerrada
d a n d o g r i t i i i i t o s

la falda la melena los zapatos
s e h a n i d o c o n s u l u z

hoy estoy parado en la misma calle
en la misma acera
en la misma hora
y
e l l a no es e l l a


X

no intentes espantar a los a b e j o r r o s
aunque hagan estragos en la brisa
y en el r e i n o

no lo intentes
si bueno es soñar
y sentirse r e y
hasta llegar al cielo como una estatua

sin saber que el h e r o í s m o lo hemos heredado
d e una
p i e d r a d e s p l o m a d a


XIII

los p a r i a s son el estupor de las cáscaras
de las cadenas de fantasías
de los blue jeans asfixiados entre las piernas
son rostros impregnados con el paisaje salibezco
herencia adquirida
en los árboles de sus orígenes
tienen el pensamiento prolijo
y el cráneo taponeado
por finísimas cuerdas suntuosas de pelos
además tienen el complejo parentesco
de los lirios pestilentes y alcantarillados

suelen recibir el sol cubiertos de cáscaras
para no adquirir la demencia frágil
de los rayos boreales en sus plumajes

cuando abren sus bocas escupen la miseria
m a s t i c a d a por las m á q u i n a s
esquizofrénicas de su tiempo

luego viene el bostezo i n t e r m i n a b l e
ante la frialdad de recorrer la ciudad desenfrenada
y maquinalizada
que no renuncia al lujo
ni a la corona de los cerdos i d e o l ó g i c o s

los parias suelen almorzar juntos
con las ventanas cerradas para contener todo el hedor
que cada uno trae de sus infinitos viajes

para seguir siendo paria
se tiene que suspender las lágrimas e t e r n a m e n t e
bajo las lámparas prolongadas en las d i l u v i a c i o n e s

cuando la noche devora en el (((t i c / t a c)))
la miel de la tarde
los p a r i a s se preparan para dar una interpretación
a las sábanas oscuras de los cielos
m o d e s t i a i n t e l i g e n c i a
al saber que pronto serán decapitados bajo las espadas
de sus propios designios

domingo, 5 de julio de 2009

Reconocimiento por la Municipalidad Provincial del Santa.

Para leer la Resolución de Alcaldía, pinchar en la imagen:

Por haber obtenido el Primer Puesto en el V Concurso Bonaventuriano de Poesía y Cuento Breve, 2009, en Colombia. La Municipalidad Provincial del Santa me brindó un Reconocimiento, mediante una Resolución de Alcaldia. En una ceremonia solemne, por la Semana Cívica de Chimbote.

Alberto Moravia: Los indiferentes


Posteo un artículo publicado en el blog de David Torres, acerca del recordado novelista francés,Alberto Moravia, pseudónimo de Alberto Pincherle, (nació en Roma el 28 de noviembre de 1907 - murió en Roma el 26 de septiembre de 1990), fue un escritor y periodista italiano.



Al pasar la última página de Los indiferentes, en una vieja edición de Círculo de Lectores, me entero con estupor que Moravia tenía poco más de 20 años cuando publicó el libro. Es extremadamente raro encontrar un novelista menor de 25 años que escriba una obra maestra. Hasta que me encontré con esta joya, mi record personal lo ostentaba John Barth, que escribió su extraordinario debut, La ópera flotante, más o menos con esa edad. Pero el caso de Moravia es aun más excepcional porque la novela, publicada en 1929, se adelanta en más de una década a los grandes textos del existencialismo francés: La náusea o El extranjero. Y no sólo se adelanta en cuanto a la fecha, sino también en cuanto a la hondura moral, la complejidad formal y la penetración psicológica. El ambiente sórdido de la burguesía italiana y el dibujo perfecto de esos cuatro o cinco personajes que forman la trama revelan tal conocimiento de la vida que, sencillamente, parece inalcanzable para un veinteañero. Ha habido grandes poetas adolescentes (Rimbaud o Claudio Rodríguez, sin ir más lejos), grandes músicos y grandes ajedrecistas, pero yo siempre he pensado que el arte de la novela tiene mucho que ver con la experiencia vital.



Los indiferentes es una novela tan perfecta, conmovedora e intensa que me vinieron a la cabeza las palabras que el Dr. Max Euwe, campeón mundial de ajedrez, escribió acerca de la partida entre Donald Byrne y un niñito llamado Bobby Fischer, probablemente la partida más brillante del siglo XX: ‘No sucede todos los días que un escolar de 13 años supere francamente en la combinación a uno de los mejores jugadores de América. Las combinaciones de Fischer no son particularmente profundas, mas tampoco evidentes. Las negras escogen siempre la continuación más bella y enérgica, y de este modo consiguen plenamente que todo el juego se siga con agrado’.

Algo parecido ocurre con esta novela. La trama parece sacada de una comedia de enredo: Leo, un tipo sin escrúpulos, mantiene relaciones desde hace tiempo con una viuda, María Engracia, al tiempo que maniobra para hacerse con su casa y dejarla en la ruina a ella y a su familia. Leo también planea acostarse con la hija, Carlota, una joven atractiva e inocente, mientras el hermano, Miguel, asiste a todas esas maniobras poseído por una abulia esencial y metafísica.

Parece que ya hemos leído este mismo argumento en muchas novelas del XIX, pero la originalidad de Moravia consiste en la sinceridad y la valentía con las que bucea bajo la capa de convenciones sociales para extraer, como un fango, el tedio esencial de la vida contemporánea. Unos años después, Mersault, el protagonista de El extranjero, mata a un árabe porque se aburre, pero el Miguel de Moravia ya había anticipado esa indiferencia absoluta en la que la vida apenas tiene fuerza para sostener una máscara.

La novela de Camus es justamente famosa, pero muy pocos han leído a Moravia. Sucede que los franceses siempre han sido maestros en el arte de la propaganda. Para que se hagan una idea de la potencia de fuego de este libro, he escogido este pequeño fragmento:

‘Se sentaron los tres en el frío comedor, alrededor de la mesa excesivamente grande. Comieron sin mirarse, con movimientos helados, deferentes, sacerdotales, como si celebraran un rito. No hablaban. Aquel silencio, apenas interrumpido por el ruido de las cucharas en los platos, en la deslumbradora luz del día que se reflejaba sobre el blanco mantel y que recordaba el espeluznante ruido del instrumental del cirujano durante las operaciones; aquel silencio glacial privado de intimidad fastidiaba a la madre sociable y locuaz’.

El mantel blanco como una camilla y el ruido de las cucharas imitando a los bisturíes. Ésos son los detalles que delatan al novelista de raza, ésas son las marcas de agua de una novela verdaderamente grande.


http://www.hotelkafka.com/blogs/david_torres/?p=19