martes, 5 de agosto de 2008

La tía Sarandonga: "La voz de una heroína"

El laberinto gastronómico de la tía Sara.

A mover el esqueleto guerrero...!

Bravo, bravo... lindo homenaje a la tía Sara....!


Izq. Jorge Alvarez, Sara la Sarandonga, Marco Merry,
Roger Tang, Gonzalo Pantigoso. Amigos artistas...!


La tía Sara en casa...!
Enamorando a la cámara... buena tía!


Agradecimiento al Promotor Cultural, Víctor Hugo Alvitez, por las fotos...!



César Quispe Ramírez

La única referencia que tuve de la tía Sara fue cuando leí el cuento de Víctor Unyén.
Ya hace mucho tiempo que quería conocerla y conversar un poco acerca de su vida en relación con Chimbote.
Es querida por todo los que la han visto salir al frente y en primera fila. Se parece mucho al personaje de la novela Madre Coraje de Máximo Gorki.
Aquí, amigos lectores, he tratado de sintetizar la complejidad de la vida de esta mujer, quien va por la vida con el puño siempre en alto, defendiendo los derechos de los que las necesitan.


¿Cómo fue su infancia en Lima?

Nací en los Barrios Altos (Lima), un 27 de junio de 1935, mi verdadero nombre es Zoila Herfilia Carmen Valdivia Paz. Desde muy niña me gustaba ayudar a la gente, no podía estar tranquila en casa, siempre estaba en los vecinos ayudando en cualquier mandado que me hicieran, pero nunca renegaba, porque lo hacía con cariño. Éramos 16 hermanos, de los cuales solo quedamos pocos.

A los 17 años me voy a trabajar a Trujillo y después, fui recorriendo varios puertos como: Supe, Salaverry y Chimbote.

Ahora que mencionas el último puerto, ¿con quién llegas a Chimbote?
Una amiga que llegaba siempre donde trabajaba me inquietó para venir a Chimbote y no lo pensé dos veces y me vine. Era para trabajar en una picantería de una señora; allí fue que me hice amiga de los pescadores.

¿Cómo era Chimbote en la época que usted llegó?
Chimbote era unas cuantas barriadas, el año que llegué fue más o menos el 67, en ese año, los pescadores eran los reyes de las cantinas porque ganaban bastante dinero.
Ellos pedían por caja las cervezas, y la mayoría cerraban las cantinas. Cuando ellos se iban al baño no necesitaban papel, se limpiaban con los billetes que tenían en los bolsillos, en sus pantalones no habían monedas, solo “cheques”.

Actualmente, si pregunto por Zoila Herfilia Carmen Valdivia Paz, sé que nadie me dará razón quién es, pero si pregunto por la tía Sarandonga, de seguro sí lo harán, ¿dónde surge este apelativo?
Fue cuando trabajaba en los locales de bailes llamados El Saoco y El Caribe; siempre me gustaba que repitieran la música de los Compadres, que emitía el nombre de la Sarandonga, y mencionaba los puertos. Allí los pescadores me sacaban a bailar y hasta se peleaban por estar en la pista de baile con la Sarandonga, yo no me hacía de rogar, bailaba y tomaba con todos, pero nunca me faltaron el respeto.
Desde ese momento todo el mundo me colocó ese apelativo que llevo con mucho orgullo.

¿Y cómo así inicia una lucha sin cuartel por la reivindicación de los derechos laborales?
Ya desde niña me gustaba estar en los mítines de los políticos y estaba donde las papas queman.
Cuando llego a Chimbote de a poco me voy involucrando en la lucha por defender los derechos de los pescadores quienes eran mis amigos; porque ellos llegaban a comer en las picanterías donde yo trabajaba. Y así como jugando estoy delante de los amigos de Senapa, donde tuve una actividad muy fuerte, incluso les presté mis platos y una mesa que hasta ahora no me lo devuelven…!ja, ja, ja!. Algún día se harán de acordar de devolvérmelo.
Mi lucha nunca fue por dinero, ni por figuretirmo, simplemente fue por que me gustaba hacerlo, cuando había que reclamar algo para el bien común… lo hacía sin vacilar.

¿Cómo es actualmente la lucha sindical?, ¿en qué ha cambiado, en comparación a la de antes?
Ahora todo ha cambiado, si la gente reclama, lo hace cuando llega la hora del almuerzo, si lo hace dentro de su hora de trabajo, lo despiden. Ahora todo ha cambiado, se ha privatizado todo, Fujimori fregó los sindicatos.
Antes, la lucha era de cuerpo a cuerpo. Los cachacos que eran enviados por el gobierno (Velasco), nos metían balas sin miramientos. Un día a mí me tomaron como terrorista cosa que no comparto; pero ni aun así, me metieron presa. Los soldados eran muy abusivos, metían balas sin misericordia.
Yo me metía en cualquier sindicato que estaba reclamando, recuerdo que compartí la lucha con los bancarios, ellos se deben de acordar.
Esos tiempos eran fuertes y se luchaba por los intereses de todos y no como ahora de uno cuantos que les hacen la franela a los gobiernos de turno.

Usted pudo conocer a ese moreno llamado loco Moncada, ¿tuvo alguna experiencia o anécdota con él?
Ah, sí lo recuerdo como si lo estuviera viendo ahora mismo. Andaba con su costalillo en la mano y su palo de escoba de donde colgaba sus anzuelos y una variedad de cosas exóticas.
Otras veces se le veía cargando una cruz de palos por el mercado modelo.
A la gente que lo observaba le decía: “Qué me miras idiota, payaso”, cuando le entraba su locura, pero no creo que él estuviera loco, yo le escuche decir cosas coherentes.
Una anécdota que me hizo reír fue cuando un policía que caminaba por la calle, le dijo: “¡Qué me miras idiota!, seguro que ya me quieres asesinar con tu pistola. Lo que ustedes deben de saber es que el pueblo les mantiene, les da de tragar; ustedes se llevan la plata facilito nomás, como esos patrones desgraciados que toda la harina se la están llevando, nos están dejando sin pescado.
Y esas fábricas ahogarán nuestro mar, ¡por eso les maldigo miserables!”.
Sus manos eran imponentes mirando el cielo, esperando una respuesta. Creo que eso me causó una buena impresión. Y creo que está vivo, aunque algunos digan que ya murió. Seguirá viviendo pues, en la memoria de la gente.

Sabía que el loco Moncada fue un personaje mítico dentro de la novela chimbotana, del escritor andahuaylino José María Arguedas?

Escuché que lo habían sacado en un libro, pero nunca lo leí. Creo que hicieron lo correcto, siempre tienen que acordarse de los que un día alzaron su voz de protesta contra un sistema de explotadores. Y nunca nos rendimos, aunque nos tilden de locos.

¿Qué impresión tiene de lo que hizo Víctor Unyén en su cuento, tomándola como personaje principal?

Sinceramente, no desarrolló como debería ser; para mí no tiene validez, ese trabajo está de cabeza. A mí nunca me consultó como soy de verdad, simplemente se sirvió cuando me hizo algunas preguntas. No quiero seguir hablando de ese tema: ¡me fastidia!.

¿De qué manera vive actualmente la tía Sarandonga?
Vivo de una pensión que me costó 13 años de lucha, creo que nunca claudiqué. Ese fue mi mejor logro, nunca claudicar, es la consigna, por eso aquí me tienes trabajando y viviendo en el sindicato de los siderúrgicos. Tengo cuatro hijos, dos están en mi poder y ya están creciditos, y ellos se siente orgulloso de tenerme como su madre, que ha entregado toda en la vida por verlos feliz.
Cuando me dieron la estabilidad que ahora tengo, mis compañeros me quisieron levantar en hombros y yo les dije que no, porque era el esfuerzo de ellos, y de los que siempre me han amado.

Así termina una pequeña conversación, con la única mujer que dejó todo en las calles, gritando y enfrentándose con la represión. Creo que este debe ser el comienzo de un compromiso de los chimbotanos, para rendirles un sincero homenaje.
Gracias, tía Sara, por haber dejado un pedazo de tu corazón en las calles.

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